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Miami Herald

Publicado el jueves, 16 de noviembre, 2000 en el Miami Herald

Exiliados dos veces --autores revelan doble sentido de alienación
de los judíos cubanos

Por Fabiola Santiago - fsantiago@herald.com
Traducción de Ana Garcia Chíchester

Café con leche ... con un bagel tostado -- así es como Betty Heisler-Samuels describe su estilo de vida judeo-cubano en el sur de la Florida.

"Los judíos cubanos son muy diferentes de los judíos americanos," dice Heisler-Samuels, autora de The Last Minyan in Havana (amazon.com) (Chutzpah, $14.95), uno de los libros sobre la identidad judeo-cubana que se presentará este fin de semana en la Feria Internacional del Libro de Miami. "Nunca seremos como ellos porque venimos de circunstancias y experiencias diferentes. El hecho de que se nos permitió ir a Cuba, que fuimos acogidos y pudimos disfrutar de ese país, nos marcó de una manera que llevaremos para siempre."

Los judíos cubanos son parte de una numerosa comunidad nacional de judíos latinoamericanos que se encuentran viviendo un segundo exilio y forjando una identidad cultural doble en los Estados Unidos, como hispanos y como judíos.

Las estrictas reglas de inmigración establecidas en los Estados Unidos en la década de los años 1920 forzaron a miles de refugiados judíos a vivir en la América latina y en el Caribe. La próspera comunidad judeo-cubana-americana --con sus sinagogas, clubes culturales e instituciones sociales en Miami Beach--surgió del éxodo en masa de la mayoría de los 15,000 judíos de la isla que se escaparon después que el régimen comunista confiscó sus negocios.

En la década de los años sesenta, los judíos cubanos no fueron acogidos fácilmente por la comunidad judeo-americana, dice Caroline Bettinger-López, autora de Cuban-Jewish Journesy: Searching for Identity, Home, and History in Miami (amazon.com) (University of Tennessee Press, $40), un nuevo estudio etnográfico.

Con notables excepciones como el Templo Menorah, que ofreció membresía y servicios gratis a los refugiados, "la comunidad judía reaccionó con frialdad e indiferencia hacia ellos," dice Bettinger-López.

"Cuando los judíos cubanos llegaron a Miami, vinieron en calidad de exiliados como el resto de los refugiados cubanos. Fue una identidad difícil--exiliados del comunismo. Ellos convirtieron esta situación en una identidad religiosa muy rápidamente, basándose en el modelo de comunidad que tenían en Cuba, y especialmente en la Habana, donde había una comunidad judía muy fuerte," dijo Bettinger-López.

El modelo: Mientras que mantenían interacción con la sociedad cubana, tenían una energética comunidad propia en la isla. Cuando los judíos cubanos entendieron que su estancia en los Estados Unidos no era temporaria, comenzaron a establecer una comunidad similar.

"Querían forjar lazos con la comunidad judía y fueron a Miami Beach," dijo Bettinger-López.

Pero la comunidad judía local los apartó por varias razones, dijo ella: "Había la percepción general que los exiliados cubanos tenían caudal y no necesitaban ayuda," a pesar de que la mayoría de los refugiados llegaron sin un centavo y con pocas pertenencias. Y existía el "mito" que a los refugiados los mantenía el gobierno de los Estados Unidos por medio del programa para cubanos en el refugio.

Pero de mayor significado, dice Bettinger-López, "había una fuerte mentalidad anti-cubana, especialmente entre los ashkenazi, los judíos de procedencia del este de Europa."

Los sefarditas, de procedencia del Mediterráneo y de España, tenían "una relación cultural mayor con la cultura latina. Se trata de un punto debatible, pero ellos fueron expulsados de España y mantuvieron una cultura similar a la cultura cubana," dijo.

Esa relación inicial, o falta de ella, con frecuencia influye la forma en que las relaciones judeo-cubana-americanas se manifiestan hoy.

Bettinger-López señala la ceremonia de instalación en 1996 del primer presidente cubano de la Federación Judía de Greater Miami como ejemplo de dos mundos en discordia.

Era una noche de júbilo y orgullo. El salón se veía colmado de judíos cubanos que rompieron en ruidoso aplauso y tumulto cuando Isaac Zelcer, un judío cubano ashkenazi, se convirtió en el primer latino en ocupar tal puesto. Zelcer había sido nominado por una organización controlada por judíos americanos a una posición tradicionalmente ocupada por un miembro de la comunidad judeo-americana--y muchos vieron esto como "una verdadera integración de judíos americanos y latinos."

Pero tan pronto como Zelcer terminó su discurso, y se fue apagando el aplauso, el salón comenzó a vaciarse a pesar de que el resto del programa todavía no había concluído. Y es que algunos de los judíos cubanos abandonaban el local para concluir la celebración en el Restaurante Versailles en las afueras de Little Havana, el lugar de festejo de preferencia de la comunidad cubana.

"La noche fue tanto un símbolo poderoso de cómo los judíos cubanos se han hecho parte de la comunidad judía de los EEUU como de la naturaleza todavía insular de su comunidad, a la cual se le critica con frecuencia de auto-interés," dijo Bettinger-López. "A primera vista pareció algo muy grosero, pero yo entiendo lo que estaban haciendo. Ilustra la idea de que los judíos cubanos mantienen su enfoque interno, y de muchas maneras esto se basa muy particular en su historia. Se vieron forzados a enfocarse en sí mismos cuando trataron de integrarse a la comunidad judía en Miami y los abofetearon."

Bettinger-López, que creció en una familia judía en Pinecrest sin tener conciencia de la existencia de la comunidad judeo-cubana (el apellido López pertenece a su esposo, de origen irlandés-puertorriqueño), comenzó su proyecto de investigación como parte de un curso de antropología en la Universidad de Michigan, donde una de sus profesores fue Ruth Behar, la respetada antropóloga judeo-cubana.

En un prefacio que escribió para el libro Cuban Journeys, Behar dice que Bettinger-López aporta "una visión nueva, cuidadosa y crítica a las realidades que nos resultan familiares y a la vez extrañas."

Entre tantos judíos que Bettinger-López entrevistó está Heisler-Samuels, cuya ficcionalizada historia de familia refleja las historias de muchos judíos cubanos.

The Last Minyan, una novela autobiográfica auto-publicada, narra la vida de un inmigrante judío que abandona Polonia antes de la Segunda Guerra Mundial en busca de una vida mejor en La Habana. Como en la historia del padre de Heisler-Samuels, la vida de Haim Tuchman se desenvuelve en el escenario de La Habana de los años 40 y 50, cuando las estrellas de Hollywood se divertían en la ciudad y la exótica tienda El Encanto hacía honor de su nombre con la última moda de París y Milán.

Para alguien como Heisler-Samuels, la permanencia en el exilio en los Estados Unidos no ha causado que la identidad judeo-latina haya dejado de desarrollarse.

"Hay tres generaciones en mi familia y cada una ha nacido en un país distinto," dice Heisler-Samuels. "Mis padres nacieron en Europa. Yo nací en Cuba. Mi hija y mi hijo nacieron en los Estados Unidos, y mis nietos nacieron en Colombia. Hablando del judío errante."